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Por Doug Culp

El don de los hijos

Los temas relacionados con la familia son tan importantes para la Iglesia que en los últimos años han incluido un Sínodo Extraordinario de los Obispos y un Sínodo Ordinario, los dos sobre la vida familiar. En la columna de Teología 101, hemos escrito sobre muchas de las enseñanzas básicas de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia.

El Alfa y el Omega

El primer párrafo del prólogo del Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) explica que la persona humana es creada libremente por Dios para compartir la vida eterna en comunión con Dios. Cada uno de nosotros, de hecho, es llamado a la vida desde la nada y destinado a nunca morir.

Esta verdad fundamental tiene tres implicaciones importantes para el creyente; implicaciones que se detallan en la encíclica del Papa emérito Benedicto XVI Caritas in Veritate. En primer lugar, toda la persona humana, entera y no dividida, está destinada para la vida eterna en comunión con la Santísima Trinidad. En segundo lugar, la persona humana, está hecha a imagen y semejanza de Dios, tiene una dignidad y un valor inalienable. Por último, la persona humana no es el autor de la vida. Toda la humanidad depende de Dios porque la vida se origina y fluye sólo de Dios. Esto, en parte, es porque el catecismo (2222) insta a los padres a "considerar a sus hijos como hijos de Dios y a respetarlos como personas humanas".

Al principio…

En el Génesis, se nos enseña que en cada fase de la creación Dios emite un mandato "Que haya..." y sucede. Es, en cierto sentido, la manifestación verbal del consentimiento de Dios a la existencia de lo que ha sido creado.

Sin embargo, el Génesis también enseña que este consentimiento inicial no es suficiente para el mantenimiento de la creación. “Dijo Dios: ‘Haya luz’, y hubo luz. Dios vio que la luz era buena". (Gn 1, 3-4) Aquí tenemos el consentimiento seguido por la afirmación de que es bueno que exista la luz. Esta fórmula se repite con cada paso de la creación. Se da el consentimiento y luego la afirmación que señala que lo que ha sido creado debe continuar. Es esta afirmación que la creación es buena el fundamento de nuestro ser.

Así, en cada momento, Dios da existencia a la creación a través de la afirmación. Sin este compromiso continuo de afirmación, la creación simplemente se desvanecería. La historia del Arca de Noé y otros relatos bíblicos ilustran la destrucción que se produce cuando esta afirmación es retirada.

De la misma manera, cada acto de creación se convierte en una poderosa participación en la vida de Dios. Sin embargo, las demandas que van con esa participación no son menos pertinentes.

El don de los hijos vs. El derecho a los hijos

Para la Iglesia, los hijos siempre han sido "un signo de la bendición de Dios y de la generosidad de los padres". (CIC 2373) Dios es la fuente de los hijos. Los padres participan en este acto creativo a través de su "sí" a la vida; a través de su acto de altruismo. Sin embargo, ya que los padres no son en sí mismos los creadores de la nueva vida, hay que recibir a los hijos con alegría. Pensar que los hijos son un don de Dios es una forma de ser agradecidos.

Por el contrario, la idea de que una persona o una pareja tienen un derecho a tener hijos es una mentalidad que pretende asumir el papel de la divinidad; para lograr lo que considera que le pertenece. Esta actitud es, quizás, aún más peligrosa en un país acosado por el relativismo. El relativismo sostiene que los puntos de vista no tienen la verdad absoluta o validez, pero sólo un valor relativo, subjetivo. Esto significa que toda verdad es "relativa" al individuo.

El Papa emérito Benedicto XVI observó que la norma máxima de la moral del relativismo es el deseo mismo. Si lo deseamos, o si una persona lo desea, es bueno, sin tener en cuenta el objeto del deseo. El relativismo niega que el deseo pueda ser desordenado, ya que desordenado connota un valor objetivo o un estándar objetivo. Como no existe una verdad objetiva para el relativismo, en última instancia, no hay ningún Dios.

Con la pérdida de Dios, el deber al prójimo (es decir, el bien común) asimismo sufre. La noción de justicia luego se empobrece y la ley humana se reduce a salvaguardar los deseos de "nosotros, el pueblo" y de los individuos, independientemente de su impacto destructivo en la tranquilidad doméstica, el bienestar general, la noción de defensa común (o cualquier cosa común) y las bendiciones de la verdadera libertad.

Con respecto al derecho a tener hijos, el catecismo es claro, un "niño no es un derecho sino un don". La Iglesia profesa, "A este respecto, sólo el hijo posee verdaderos derechos: el de ‘ser el fruto del acto específico del amor conyugal de sus padres’, y tiene el derecho a ser respetado como persona desde el momento de su concepción’”. (CIC 2378)

En resumen, la Iglesia entiende que la afirmación de que uno tiene el derecho a un hijo, de forma rápida e inevitablemente conduce a que los hijos sean considerados como propiedad. Sólo hay que considerar dos ejemplos para ver la verdad de esto:

1. la propiedad de los embriones resultantes de la fertilización in vitro se rige por la ley de propiedad; y

2. los últimos vídeos secretos de Planned Parenthood muestran que en realidad están negociando precios para las partes del cuerpo de los bebés abortados.

La preocupación del sínodo

El relatio final del Sínodo Extraordinario sobre la Familia del año pasado se preocupaba específicamente por la "difusión de una mentalidad que reduce la generación de la vida humana a dar cabida a los planes de un individuo o de una pareja”. A pesar de que el sínodo reconoció que los factores económicos pueden desempeñar un papel significativo en la formación de esta mentalidad, el tejido social en general se debilita por ella. "La apertura a la vida es una exigencia intrínseca del amor matrimonial". Debido a que hemos sido creados por Dios para la vida eterna con Dios, sólo podemos estar completamente vivos cuando vivimos en armonía con nuestra fuente y destino.

El sínodo hizo hincapié en la necesidad de que esta apertura sea testimoniada por los laicos. "El ejemplo de un amor fiel y profundo es de gran ayuda; un amor mostrado en ternura y respeto; un amor que es capaz de crecer con el tiempo; y un amor que, en el acto mismo de abrirse a la generación de la vida, crea una experiencia mística trascendente".

Pregunta sobre el catecismo

La vocación y la misión de la familia en ambas, en la Iglesia y en el mundo moderno, están al centro de los dos Sínodos de Obispos. Pruebe su propio conocimiento de la enseñanza de la Iglesia sobre la familia, respondiendo a lo siguiente:

¿Cuál de las siguientes preguntas constituyen las razones por la cual los hijos son un don para un matrimonio?

A. los hijos contribuyen a los ingresos familiares

B. los hijos pueden ser una fuente de orgullo

C. los hijos contribuyen mucho al bien de sus mismos padres

D. los padres pueden vivir a través de sus hijos

Respusta: (c) los hijos contribuyen mucho al bien de sus mismos padres (CIC 1652)

Doug Culp es el CAO y el secretario para la vida pastoral de la Diócesis de Lexington, Kentucky. Tiene una maestría en teología de la Catholic Theological Union en Chicago.