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Une tu sufrimiento a Cristo

Santa Alicia  |  Festividad: 15 de Junio

Santa Alicia de Schaerbeek (cerca de Bruselas) entró en un convento cisterciense cuando tenía siete años y nunca salió. Sufrió mucho durante su vida, contrajo la lepra a una temprana edad, lo que la llevó a estar aislada dentro del convento, finalmente sufrió parálisis y ceguera. A pesar de todo esto, ella es muy recordada por su humildad.

En esta existencia terrenal, el dolor es un hecho. Nadie puede escapar de las diversas heridas emocionales, físicas, psicológicas y espirituales que parecen acompañar a la vida cotidiana.

El cristianismo nos enseña que la respuesta para transformar nuestro sufrimiento, el dolor y las heridas se puede encontrar solamente en Jesucristo. Este es el mismo Jesucristo que fue rechazado por su pueblo y crucificado.

Cuando vemos imágenes del Cristo Resucitado, vemos un cuerpo glorificado pero no ileso. Las marcas de las heridas físicas quedan, pero han sido transformadas como un testimonio de la profundidad del amor de Dios por cada uno de nosotros. Las heridas que una vez causaron una muerte atroz y humillante ahora son las insignias de la victoria final sobre el pecado y la muerte.

Santa Alicia encontró gran consuelo recibiendo la sagrada Eucaristía. Sin embargo, no se le permitió beber de la copa por miedo al contagio. Esto le causaba un profundo sufrimiento espiritual porque estaba insegura en cuanto a la presencia plena de Cristo en cada una de las especies Eucarísticas. El Señor alivió el sufrimiento espiritual de Santa Alicia cuando se le apareció asegurándole de que Él estaba tanto en el pan como en el vino consagrado.

De la misma manera, cuando somos capaces de unir nuestras heridas con las heridas de Cristo, el dolor que recibimos pierde su poder para victimizarnos o para apartarnos de la relación con Dios y con nuestros vecinos. Cuando ofrecemos nuestro sufrimiento para el beneficio de los demás, nosotros, como Santa Alicia, nos unimos a Cristo en la transformación del mundo a través del amor.