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 | Obispo Ronald A. Hicks

Una reflexión de verano sobre el Santo Ocio

En el mes de abril tuve la oportunidad de visitar a nuestros seminaristas universitarios en el Seminario St. John Vianney de la Universidad de St. Thomas en Minnesota. Después de la misa, celebrada con toda la comunidad, me reuní con los seminaristas de la Diócesis de Joliet para cenar y compartir momentos de fraternidad. Fue una noche maravillosa llena de conversaciones, apoyo y ánimo. Podemos estar orgullosos de estos jóvenes en formación para el sacerdocio.

Durante la conversación, un seminarista me hizo una pregunta muy inocente: “Obispo, ¿qué has estado haciendo para divertirse en su tiempo libre?” Su pregunta provocó en mí un silencio incómodo, ya que traté de pensar en algo, cualquier cosa, que había hecho para divertirme recientemente.

Finalmente respondí diciendo: “En general, cuando tengo tiempo libre, me gusta nadar, asistir a los partidos de béisbol de las Grandes Ligas e ir al cine.”

(Entre paréntesis, he descubierto que, cuando trato de ver una película en casa, me distraen muchas interrupciones, como el teléfono, el lavado de ropa, etc. El cine me proporciona un lugar para escapar en el que puedo centrarme únicamente en la película en lugar de las muchas tareas que me rodean en casa.)

Así que usted me puede preguntar, “Obispo, ¿por qué no ha hecho nada divertido últimamente?” La respuesta más obvia es que la pandemia ha alterado mi acceso a esos lugares. Sin embargo, la respuesta más sutil es que tiendo a perderme en el trabajo.

Debo hacer una pausa aquí y pedirles que por favor no piensen que percibo mi vida como triste o miserable. Por el contrario, realmente me siento feliz y bendecido. Además, doy gracias a Dios todos los días por las innumerables bendiciones en mi vida, que incluyen a personas maravillosas como ustedes en la Diócesis de Joliet con quienes comparto el camino.

Como muchos de ustedes, yo creo en trabajar duro. De hecho, debemos dedicar tiempo y esfuerzo a nuestro trabajo involucrándonos a nosotros mismos, a nuestras familias, a nuestra Iglesia y sus muchos ministerios necesarios. Sin embargo, también debemos reconocer que es demasiado fácil quedar atrapados en un ciclo interminable de producir y consumir.

El ocio no debe ser comparado con la pereza o apenas un descanso del trabajo. En cambio, debe llevarnos a una renovación de la mente, el cuerpo y el alma.

Por lo tanto, como nos encontramos en pleno verano, este puede ser un buen momento para reflexionar sobre nuestro equilibrio entre trabajo y ocio. Así que, le pregunto, ¿dónde encuentra usted algún tiempo de ocio? ¿Quizás perdiéndose en un buen libro? ¿Participando en una actividad social o simplemente pasar tiempo con familiares o amigos? ¿Practicar o ver un deporte? ¿Ser voluntario de pura bondad en lugar de preguntar lo que recibirá a cambio? ¿Qué tal involucrarse con las artes, como la música, el cine, el drama? O tal vez conectándose con la belleza, especialmente en la naturaleza y la maravilla de la creación de Dios.

Como católicos, también podemos encontrar ese verdadero equilibrio entre el trabajo y el ocio abrazando una vida espiritual, incluyendo oración, adoración, Misa e incluso silencio. Como tú, oigo a algunas personas decir que ir a Misa es una pérdida de tiempo. Opinan que su tiempo sería más productivo trabajando y haciendo algo para hacer de este mundo un mejor lugar.

Esa es una bajada inclinada, peligrosa y resbaladiza porque, a menos que paremos para reflexionar, orar, adorar y contemplar, entonces nos convertimos en máquinas y perdemos el contacto con nuestra verdadera identidad como hijas e hijos de Dios.

Marta y María ilustran esta tensión. Si bien la obra es necesaria e importante, Jesús afirma el deseo de María de sentarse a sus pies y contemplar sus palabras, “Marta, Marta, estás ansiosa y preocupada por muchas cosas; una cosa es necesaria. María ha escogido la buena porción, que nadie se la quitara” (Lucas 10: 41-42).

También es un buen recordatorio de que, para salir y ser Cristo en el mundo, primero necesitamos ser alimentados por Cristo. Este no es sólo el equilibrio correcto, sino también el orden correcto de la vida espiritual.

Espero que estén comenzando a disfrutar de algunas de las cosas que habían puesto en espera durante la pandemia. Yo espero pronto volver a una piscina, al estadio de béisbol o a un cine pronto. Pero hasta entonces, los animo a unirse a mí buscando maneras de equilibrar sus vidas con algún tipo de ocio constante y santo. Y cualquiera que sea el camino que pueda aparecer para nosotros este verano, que siempre nos lleve a una paz y alegría renovada en nuestras mentes, cuerpos y almas.