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 | Bishop Ronald Hicks

Una oportunidad para comenzar de nuevo

Después de lo que pareciera como una eternidad al teléfono con alguien de la oficina de tecnología, la voz al otro lado me dijo claramente, "No estoy seguro. Tal vez sería mejor desconectar la computadora y volver a empezar.” Un poco desconfiado, seguí su consejo y, para mi alegría, funcionó. La computadora reinició y estaba funcionando de nuevo. Estaba lista para "empezar otra vez". ¡Si la vida fuera tan fácil!

El año 2020 ya quedó atrás. Al terminar, muchos de nosotros sentimos que estábamos más que listos para "desconectarnos" y empezar de nuevo. Si bien el nuevo año nos da la oportunidad de volver a empezar, no debemos olvidar nuestro pasado, especialmente este último año.

Hablando del año 2020, ¿recuerdas que hiciste en la Víspera de Año Nuevo del 2019? Yo recuerdo claramente haber estado en el hospital. Mi padre tuvo una cirugía de reemplazo de rodilla. Astutamente, había calculado los números y se dio cuenta que era para su ventaja económica tener su operación en 2019, ya que él y mi madre habían cumplido con el deducible requerido en la cobertura de seguro médico. Así que allí estuvimos en el hospital el 31 de diciembre de 2019.

La cirugía fue exitosa en general y mi padre sigue muy contento y agradecido por su nueva rodilla. Sin embargo, inmediatamente después del procedimiento, hubo algunas complicaciones menores que le requirieron pasar la noche en el hospital. Me pidió que pasara la noche en su casa para estar con mi mamá. Lo complací felizmente.

Esa noche celebré la Misa para mi mamá. Ella leyó con gusto todas las lecturas e incluso preparó unas hermosas oraciones de los fieles. Luego hizo una deliciosa comida, la que acompañé comiendo demasiadas galletas navideñas que aún abundaban en su casa. Luego pasamos el resto de la noche mirando televisión.

Aunque no nos quedamos hasta la medianoche para ver caer la bola de cristal en Nueva York, casi todos los programas de televisión de esa noche afirmaron el mismo tema: Es decir, que estábamos a punto de darle la bienvenida al año 2020 y que "20/20" significa "visión perfecta" o "ver claramente." ¡No se necesitan anteojos ni lentes de contactos! Ellos procuraban y predijeron que el 2020 sería claramente un gran, o quizás incluso, ¡un año perfecto para todos!

¿Mmm? Las predicciones de su bola de cristal me recuerdan a la advertencia de Jesús en el Evangelio de Mateo 24:36, “Pero sobre el día y hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre.”

El año 2020 no resultó exactamente como se esperaba. Antes de entrar plenamente en el año 2021, tomemos un momento para mirar hacia atrás al 2020 y reflexionar preguntándonos: ¿Qué lecciones aprendimos? En medio de la oscuridad, ¿dónde vemos la luz? ¿Qué bendiciones nos sorprendieron y deberíamos de darle gracias a Dios?

Avancemos rápidamente hacia el presente; ¿Cómo recibiste el 2021? Colectivamente, estoy seguro de que muchos de nosotros tenemos la esperanza y oramos para que este nuevo año sea mejor que el pasado. Sin embargo, nunca debemos olvidar el pasado ni tratar de borrar nuestros sufrimientos. En cambio, nosotros ponemos nuestra fe en Cristo, que es el mismo ayer, hoy y mañana.

En otras palabras, como está escrito en el Libro de Apocalipsis 21:4-5: "Y Dios limpiará cada lágrima de sus ojos; no habrá más muerte, ni dolor, ni lamento. No habrá más pena, pues todo lo anterior ha pasado. Entonces, el que estaba sentado en el trono dijo: ‘Ahora todo lo hago nuevo.’ ” 

Al comenzar el nuevo año, debemos permanecer firmes con nuestra oración y nunca perder la esperanza. Y no es una esperanza ingenua la que olvida el sufrimiento del pasado o endulza los días venideros. Como escribió Santa Teresa de Lisieux: "Para mí, la oración es una ola del corazón; es una simple mirada hacia el cielo. Es un grito de reconocimiento y de amor, abrazando tanto la prueba como la alegría."

Por lo tanto, no es cuestión de desconectarnos y empezar de nuevo mientras cruzamos los dedos esperando que todo salga bien o incluso perfecto en el nuevo año. La vida combina experiencias de sufrimiento y alegría, tanto la cruz como la resurrección. Sin embargo, cada año y cada día nuevo nos recuerda que Dios siempre está con nosotros. Somos las hijas y los hijos amados de Dios. Por lo tanto, nunca estamos abandonados ya que estamos cariñosamente acompañados por Cristo.

Con ese mismo espíritu, sigamos acompañándonos unos a otros, especialmente a los más necesitados y vulnerables entre nosotros. Sigamos orando por los demás, con fe y esperanza imploramos, "Ven Espíritu Santo, ven," porque, con Dios y con cada uno de nosotros, el 2021 es verdaderamente una oportunidad para comenzar de nuevo.